viernes, 13 de enero de 2012

Contribución de Eliane Cavalleiro

Educación en un Mundo en Crisis: Límites y Posibilidades frente a RIO + 20
GT Educación
Módulo cuarto “Aprendizajes necesarios para profundizar la democracia en las diversidades y la sustentabilidad”
“La acción individual como elemento incondicional para la concreción de la democracia y para la valoración de la diversidad”
Contribución de Eliane Cavalleiro (*)
La cuestión que nos mueve hoy, dialoga en cierta medida con el desafío presentado en 1953 por el Dr. Matin Luther King Jr, en lo que se refiere al juzgamiento de cada individuo en base al contenido de su carácter, en su humanidad y no en el color de su piel. Y podemos, en la actualidad, ampliar tal desafío para características relacionadas a género, orientación sexual, nacionalidad, etc.; así como la necesidad imperiosa de la consolidación de los derechos humanos, de la producción y distribución equitativa de los bienes materiales e inmateriales.
Así, podemos comprender que la arquitectura de una educación para una concreta democracia - con participación cuantitativa y cualitativa de personas pertenecientes a grupos discriminados y socialmente excluidos - depende necesariamente de traer para el centro de los procesos de educación, de formación política y profesional, las dificultades prácticas y también de orden afectiva que los y las activistas, educadores y educadoras, gestores en general – hombres y mujeres – enfrentamos, sea en el calor de la educación de las futuras generaciones, sea en la elaboración e implementación de políticas en órganos públicos y/o de la administración de las instituciones en general.
Como resultado de nuestro activismo, podemos identificar importantes avances en el modo de entender e insertar la temática de la diversidad en nuestra agenda de trabajo. También podemos identificar la inserción de ese tema en la agenda de algunos países de América Latina como, por ejemplo, Ecuador, Perú y Brasil. Sin embargo, como la autocrítica se constituye en una práctica necesaria y positiva, debemos considerar que los avances todavía se muestran bastante insatisfactorios en la medida en que las poblaciones discriminadas no gozan efectivamente los avances económicos que se perciben en la sociedad amplia: quedando muchos en situación de baja escolaridad, baja inserción profesional, y principalmente con frágil perspectiva de crecimiento educacional para las futuras generaciones integrantes de esos grupos.
Frente a eso, permanece la legítima y urgente necesidad de usar nuestro tiempo personal, político y profesional para conocer las demandas, para reflexionar sobre las cuestiones y para encorajarnos a experimentar prácticas sociales, profesionales y políticas que dialoguen con las reivindicaciones de los grupos discriminados.
En lo que se refiere más específicamente al combate al racismo y la discriminación racial, aún frente al reconocimiento del hecho de que no nascemos racistas, es imperioso comprender que el racismo está enraizado en nuestras mentes, en nuestra formación social y educacional, mucho más de lo que nos gustaría. Como nos enseña la psicóloga/investigadora Susan T. Fiske, necesitamos reflexionar sobre la existencia de un racismo que no es el mismo tipo de racismo y de prejuicio que estaban presentes en la época de nuestros abuelos.
Así, nuestro aprendizaje en los tiempos actuales va más allá de combatir ideas estereotipadas e prejuiciosas, y también prácticas explícitas. Un proceso cualitativo de educación pasa necesariamente por la incorporación de prácticas anti-discriminatorias en nuestras diversas acciones cotidianas – tanto individuales y sociales como profesionales. Valorar la diversidad racial, de género, generacional, etc., implica necesariamente la inserción cualitativa de personas pertenecientes a esos grupos en nuestras instituciones, en nuestros grupos de amigos y amigas; en nuestras propias reflexiones; en las reflexiones que presentamos y posibilitamos a otros y otras; en los procesos educativos en general – de forma consistente y permanente.
Estudios recientes en el campo de la neurociencia evidencian que las personas son capaces de identificar el grupo de pertenencia racial de las personas en sólo un milésimo de segundo. Lo que acaba con la famosa disculpa de que “yo no veo el color de las personas”. Sim, todos nosotros y nosotras vemos y categorizamos a las personas a partir de los grupos de pertenencias sociales. Eso hace importante la reflexión sobre lo que hacemos después de tales identificaciones – ¿ellas orientan nuestras prácticas? ¿Positivamente o negativamente?
La psicóloga/investigadora Phyllis A. Katz evidencia en sus estudios que niños y niñas antes de los 6 meses de edad ya desarrollaron conciencia sobre características raciales y también poseen habilidad de clasificar a las personas en diferentes aspectos. Por lo tanto, para quienes buscan construir la democracia, educarse y educar a otra persona – adulto o niño/niña – para el respeto y valoración de la diversidad no puede ser una opción. No puede constituirse en un frágil y discontinuado proceso.
La incorporación de las dimensiones de género, raza, orientación sexual y otros en la gestión pública ni siempre están condicionadas a la necesidad de reserva de recurso financiero y la elaboración de un nuevo programa; eso es válido tanto para las instituciones públicas cuanto para las organizaciones de la sociedad civil. Muchas instituciones ya poseen, en su agenda de programas, acciones que podrían colaborar para el crecimiento político, económico y social de personas pertenecientes a los grupos discriminados. Sin embargo, en muchas situaciones, el profesional que dirige la institución, se prende, cuando él mismo no crea, imposibilidades y promueve errores empíricos que terminan por fragilizar y/o aniquilar las prácticas y políticas dirigidas hacia la diversidad. Esa “complicidad” pode ser eludida por medio de permanente auto-reflexión por parte del profesional, sumada a un consistente proceso de evaluación institucional.
Para promover el progreso económico para negros, mujeres, homosexuales y personas discapacitadas debemos persistir en esa lucha, considerando que es también una lucha con el “yo”. En la que necesitamos reflexionar diariamente sobre como nuestras palabras y nuestras prácticas han contribuido para un mundo diferente.
Sin un permanente y sólido proceso de educación y formación profesional; sin un proceso de evaluación institucional pautado en la diversidad, dotado de criterios precisos de identificación de los beneficiarios y de los beneficios pautados en la diversidad, nuestro trabajo siempre estará muy alejado de las metas a alcanzar.
Nuestro compromiso personal con la construcción de la democracia debe defender del modo más ineludible posible la inserción de metas y otros elementos capaces de mensurar de modo creíble los beneficios promovidos en la vida de los individuos y grupos históricamente discriminados.

(*)Instituto César E. Chávez, Universidad del Estado de San Francisco - USA

No hay comentarios:

Publicar un comentario