domingo, 18 de diciembre de 2011

Por Patricia Jaramillo

Educación en un Mundo en Crisis: Límites y Posibilidades frente a RIO + 20
GT Educación
Necesitamos ser más humanas y más humanos y la democracia necesita de las ciencias humanas y sociales
Por Patricia Jaramillo(*)
REPEM-Colombia

El sociólogo Pablo González Casanova en un artículo publicado en México en el diario La Jornada en octubre de 2004 decía:
“En estos tiempos de mentira e infamia como diría el gran poeta Antonio Machado, la lucha por la autonomía de la universidad, no solo exige luchar contra la lógica mercantil, como visión del mundo y de la vida, sino contra los argumentos a favor de una universidad que solo atiende a la educación de los jóvenes en función de las demandas del mercado, propuesta no solo irracional, sino despiadada”.
En Colombia, durante el presente año se adelantaron innumerables actividades en torno a la propuesta de Reforma de la Ley 30 de 1992 que rige la educación superior. Sin embargo, tales seminarios, foros, conversatorios y demás acciones del sector universitario, pasaron desapercibidas para propios y extraños, en parte porque solamente reparamos en los problemas de la universidad, cuando se detiene la supuesta normalidad por alguna de las vías aledañas a los centros de educación superior pública.
Es por esta razón que los medios de comunicación del país y algunos de la región, registraron desde el mes de octubre, un extraño movimiento universitario que salió a las calles en grandes marchas por todas las ciudades con estrategias de denuncia basadas en la creatividad y la expresión pacífica de sus demandas, generando desconcertó y admiración por su capacidad argumentativa y organizativa.
Pero bien que es lo que mueve a los y las estudiantes???
A este punto es necesario retomar las palabras de González Casanova, para reflexionar un poco sobre una de las causas del malestar.
Las políticas educativas contemporáneas están orientadas también por las decisiones que se desprenden del modelo neoliberal de mercado, el cual se ha profundizado a partir de los años 90`s, cuando cerca de 80 países, entre ellos Colombia, se vincularon al llamado Consenso de Washington[1], el cual marcó un derrotero: entregar la producción y distribución de los derechos sociales y la administración del bien común a las fuerzas del mercado.
En el caso de la educación superior, preparar individuos capaces de vender su conocimiento al mejor postor y asignarle a la universidad una función meramente instrumental, la generación de productos (léase profesionales, técnicos, tecnólogos) funcionales al mercado, para producir el lucro económicamente necesario, en contraposición con la idea del trabajo como valor social y socialmente necesario, para el bienestar de la población.
El resultado en este país con un gran cantidad de población joven, está a la vista: cada vez más la personas se equiparan de manera dramática con unidades de producción, sólo que los y las egresados de los centros de educación superior son diferenciados en relación con el capital humano, es decir, las competencias para jugar en el mercado.
No cabe duda que el malestar que acompaña a la juventud de nuestros países, se relaciona con el modelo de desarrollo en el cual esta necesidad creada de capital humano, aún cuando se logre acumular y cada país mejore sus niveles, no genera resultados para las personas y su calidad de vida.
Frente a las cifras exorbitantes de crecimiento económico, “Colombia es uno de los países más desiguales del mundo”, (espera seguir creciendo económicamente, por encima del 5%) todos los días se informa sobre la ampliación de las brechas entre ricos y pobres, la riqueza se sigue concentrando en pocas manos (índice de gini para Colombia 0,82) y la pobreza se incrementa en poblaciones cada vez más amplias (45% de los colombianos son pobres y el 16% está por debajo de la línea de pobreza) [2].
Podría decirse que este es el malestar que mueve al estudiantado a denunciar y movilizarse. Sin embargo, ésta es solo una cara de la moneda, pues de otro lado está el proceso de desfinanciación de la educación, mediante el cual los derechos se transforman en servicios que se compran y se venden, según la capacidad adquisitiva de cada individuo (léase: familia); proceso este que se cristaliza de un lado, en el déficit presupuestal que enfrentan las universidades públicas y de otro, en el Proyecto de Ley[3] que pretende reformar la Ley 30 que rige la educación superior, mediante el cual se busca colocar a las universidades públicas estatales en una competencia desleal con las universidades privadas y transforma radicalmente el principio de la financiación a la oferta por un sistema de créditos para “financiar” la demanda, es decir: convierte el derecho a la educación en un servicio educativo y a los estudiantes en usuarios de este. A la vez si están interesados en comprar este servicio, pueden endeudarse con hipotecas similares o aún mas onerosas que las de compra de vivienda, por quince (15) años o más, dependiendo de las opciones que ofrece el mercado educativo.
Estas son en términos muy generales algunas de las razones que han dado lugar a las movilizaciones estudiantiles y a la monumental organización de universidades públicas y privadas en Colombia, asì como en otros países de América Latina.
Los y las jóvenes nos han hecho sentarnos con ellos y ellas para reflexionar a partir de esta problemática, sobre la justeza de sus argumentos y trascender la mirada sobre el sistema socioeconómico imperante, en el cual el bien común deja de ser el objetivo del desarrollo y coloca en este punto otros temas a los cuales se les asigna mayor importancia económica y política: el gasto en defensa y seguridad. Para ello algunas cifras permiten ilustrar sobre la poca importancia que se les confiere a los presupuestos de la educación superior:
“… En cuanto al gasto militar las cifras son indicativas: en el 2002 fue de 11.003 miles de millones de pesos corrientes y en el 2010 ascendió a 23.065 miles de millones de pesos. En proporción al PIB tuvo este comportamiento: en el 2002 fue el 5,38%, y en el 2010 el 4,9%. Si se le ubica en el contexto regional, el caso colombiano es excepcional porque mientras que en el 2008 casi todos los países gastaban menos del 1% y otros entre 1,0% y 1,5% (Brasil, Venezuela, Perú, Uruguay y Bolivia), Chile gastaba el 3,5% y Colombia el 5,47%. Por otra parte, “en valores absolutos, con 12.468 millones de dólares, el gasto militar colombiano ocupa en 2010 el puesto 20 en mundo, muy por encima de todos los países de Latinoamérica y el Caribe, con excepción de Brasil”.
El único sector donde ha aumentado el “empleo” de manera sostenida ha sido el militar, porque cada año se crean nuevos comandos y batallones y se amplía el pie de fuerza de la policía y del ejército, hasta el punto que en el 2009 los efectivos conjuntos llegaban a 452.873. El Ejército pasó de 181 mil hombres a 241 mil entre el 2004 y el 2008 y en la actualidad en el país hay más de 80 mil soldados profesionales. … El presupuesto para defensa en el 2010 fue de 21,1 billones, en el 2011 de 21, 3 billones y en el 2012 se ha asignado una partida de 23,8 billones.
Mientras tanto, los gastos educativos han evolucionado así: en el 2010, 20,58 billones, en el 2011, 21,2 billones, y en el 2012 se han asignado 23 billones de pesos.
El asunto es más significativo si tenemos en cuenta el gasto en educación superior. Al respecto vale señalar la evolución del presupuesto destinado al sector: en 2002 se destinaban 500 mil millones (0.87% del total del presupuesto), en el 2010, 2,29 billones (1,5%), en 2011, 2,371 billones (1.6%) y en el 2012 se le ha asignado un total de 2,5 billones (1,5%). Podría pensarse que hubo un incremento notable en el presupuesto para la educación superior porque se dobló, pero eso es relativo por el aumentó forzado de la cobertura educativa y, además, porque si se compara con el alza del presupuesto militar el aumento del gasto en educación superior resulta siendo ridículo, ya que mientras el primero saltó de 11 a 24 billones, el segundo subió de medio billón de pesos a 2 billones y medio en el mismo período. (…)”[4]
En este contexto, la Mesa Amplia Nacional Estudiantil – MANE- y el movimiento que han agenciado, han devuelto la esperanza en un país que además enfrenta múltiples crisis, pero que ve en ellos la posibilidad de recomponer el tejido social y fortalecer la sociedad civil, tan ausente en Colombia durante las últimas décadas. Y por tanto nos invitan a continuar construyendo caminos de esperanza para un bien vivir, donde todos y todas tengan oportunidades y las ciencias humanas y sociales no sean reducidas a desarrollar y ejecutar competencias para solucionar los desastres y a veces para participar en las causas de los mismos.
Retomando el paradigma del conocimiento establecido por Kuhn[5], podemos también conocer y aprender colectivamente y construir de esta forma, otros referentes de conocimiento donde los diversos saberes confluyan y se retroalimenten para lograr e bien vivir.
Necesitamos ser más humanas y más humanos y la construcción de la sociedad, necesita de las ciencias humanas y sociales.

(*)Patricia Stella Jaramillo Guerra. Coordinadora Regional REPEM América Latina- Profesora Asociada de la Universidad Nacional de Colombia. Diciembre de 2011
(3)que retiró el Gobierno por la presión del movimiento estudiantil, pero sigue vivo aún
(4)Tomado de VEGA CANTOR, Renàn: CONTRARREFORMA EDUCATIVA EN COLOMBIA: ¿Bienvenidos a la Universidad de la Ignorancia!. Profesor Titular Universidad (5)Pedagógica Nacional. Bogotá, Noviembre 11 de 2011
(6)KUHN, Thomas. Segundos pensamientos sobre paradigmas (1970)

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