miércoles, 30 de noviembre de 2011

Por: Ladislau Dowbor

Educación en un Mundo en Crisis: Límites y Posibilidades frente a RIO + 20
GT Educación       Una crisis sistémica    Ladislau Dowbor(*)
Noviembre de 2011





Otro mundo posible no es un sueño. Es una necesidad. Estamos viviendo un lento desarrollo de procesos críticos que convergen y nos amenazan. De forma muy resumida, se trata de los desequilibrios ambientales y de la desigualdad económica; y la concentración financiera que los agravan. Frente a estos ejes críticos, los instrumentos de gobernanza hoy disponibles son simplemente insuficientes. (ver grafico (1) en http://www.icae2.org/files/4_ladislau_es.pdf)
Somos hoy 7 mil millones de habitantes, contra 1,5 mil millón hace un siglo. A cada año, son 80 millones más, un país como Egipto. Y todos queriendo consumir más, lo que se refleja en la línea del PIB (GDP). Con esto, se expande la emisión de dióxido de carbono y aumenta la temperatura. Ambos procesos están directamente ligados a la expansión de la flota de automóviles (estamos llegando a mil millones de autos) y la deforestación planetaria. La presión sobre el agua está aumentando, y ya se habla de oro azul. La deforestación, el exceso de productos químicos en el suelo y la reducción del hábitat están generando una crisis de biodiversidad. Las tecnologías modernas están llevando, con el GPS, que permite mapear las rutas de los cardúmenes y otras tecnologías de pesca industrial, a una generalización de la sobrepesca y a la ruptura de las cadenas alimentarias oceánicas. Los sistemas globalizados de flujos financieros permiten una sobrexplotación generalizada de los recursos, y entre otros, del petróleo. Este último es ejemplar: resulta de procesos naturales de millones de años, y lo habremos agotado en 200. La convergencia de las tensiones generadas para el planeta se vuelve evidente.
No solamente el planeta está mal. El segundo iceberg que nuestro Titanic planetario tiene por delante es el drama de la desigualdad. La financierización de los procesos económicos viene alimentándose, desde hace décadas, de la apropiación de las ganancias de la productividad que la revolución tecnológica en curso permitió, y de forma cada vez más desequilibrada. La concentración de ingresos en el planeta está alcanzando límites absolutamente obscenos.
El poder de compra está determinado por el acceso al ingreso. Imaginen la totalidad de la producción del planeta, 60 billones de dólares, en una copa de champaña. En la parte superior, “los 20% más ricos de la población se apropian de tres cuartos de los ingresos del mundo. En la parte más baja, donde la copa se afina, los 40% más pobres detentan 5% de los ingresos del mundo y los 20% de los aún más pobres tan sólo el 1,5%. Los 40% más pobres corresponden básicamente a los 2 mil millones de personas que viven con menos de US$2 al día.” América Latina ocupa un lugar destacado: “La distribución global de ingresos también hace resaltar el grado extremadamente elevado de desigualdad en América Latina.” (HDR-2005, p. 37 http://hdr.undp.org/en/media/HDR05_complete.pdf )
La concentración de ingresos es absolutamente escandalosa, y nos obliga a mirar de frente tanto el problema ético, de la injusticia y de los dramas de miles de millones de personas, como el problema económico, pues estamos excluyendo miles de millones de personas que podrían no sólo estar viviendo mejor, sino contribuyendo de forma más amplia con su capacidad productiva. No habrá tranquilidad en el planeta mientras la economía esté organizada en función de un tercio de la población mundial. Las personas no siempre se dan cuenta de la dimensión del drama. Hoy día, mil millones de personas sufren hambre. De estas, alrededor de 180 millones son niños. De estos, a su vez, entre 10 y11 millones mueren actualmente por no tener acceso al alimento, y muchos por no tener acceso siquiera al agua limpia.
En la lógica del sistema capitalista en que vivimos, interesa producir para quienes tienen capacidad de compra. Ya las empresas más poderosas adquieren el control de las más frágiles, generando una extrema concentración de poder que, por su vez refuerza la concentración de ingresos. Hoy día 737 empresas controlan el 80% del conjunto del mundo corporativo, y un núcleo de 147 controla el 40% (http://bit.ly/LZXpX) (ver figura (3) http://www.icae2.org/files/4_ladislau_es.pdf)
El mapeo de esta red de control corporativo planetario está publicado por el Instituto Federal Suizo de Investigación Tecnológica, uno de los más respetados del mundo, con 31 premios Nobel y no-sospechoso de manipulaciones ideológicas. Según los investigadores, combinando el poder de control de los actores en el tope (top ranked actors) con sus interconexiones, “encontramos que, a pesar de su pequeña dimensión, el núcleo detenta colectivamente una amplia fracción del control total de la red. En el detalle, casi 4/10 del control sobre el valor económico de las Empresas Transnacionales (ETNs) del mundo, a través de una complicada tela de relaciones de propiedad, está en las manos de un grupo de 147 ETNs del núcleo, que detenta casi el pleno control sobre si mismo. Los actores del tope dentro del núcleo pueden considerarse así como una “superentidad” en la red global de las corporaciones. Un hecho adicional relevante en este punto es que ¾ del núcleo está formado por intermediarios financieros.” Esto ya no es mercado, es política. Y nadie ha elegido a los ejecutivos de Goldman&Sachs o de Lehman Brothers.
A partir de un determinado nivel de poder, las reglas del juego empiezan a cambiar. Las grandes corporaciones financieras que dominan el sistema han pasado a cambiar las leyes que rigen el propio sistema financiero, promoviendo la reducción de los impuestos para los más ricos, substituyendo los impuestos pagados por los ricos por endeudamiento público, liquidando los sistemas de regulación que daban a los gobiernos un cierto control sobre el sistema.
Al juntar los tres ejes, el compromiso del planeta, la concentración de ingresos y la concentración del control corporativo financiero, llegamos a una conclusión bastante obvia: estamos destruyendo el planeta, para el provecho de un tercio de la población mundial. Y de tanto concentrar riqueza, este sistema ni siquiera logra gobernarse y profundiza la crisis. Estos son los datos básicos que orientan nuestras acciones futuras: invertir la marcha de la destrucción del planeta, reducir la desigualdad acumulada y regular el sistema corporativo financiero que domina estos procesos.

(*)Ladislau Dowbor es profesor de la PUC-SP, consultor de las Naciones Unidas, y colaborador de varias instituciones, incluyendo el Instituto Paulo Freire, el Instituto Polis y el Centro de Estudios del Futuro. http://dowbor.org


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